Un día de verano en Lisboa I

Cogemos un tren al día siguiente. El viaje de Cascais a Lisboa tiene sólo treinta minutos, pero es un recorrido de amplio paisaje panorámico. Sigue la línea de costa hasta el estuario y, a continuación se abraza junto al río Tajo. Pasa a través de la gran ciudad de Estoril, un nombre hecho famoso por el Gran Premio de Portugal, y a través de pequeños pueblos y aldeas de una manera que no deja de sorprender. El recorrido parece fluctuar entre las aceras y te deja pensando si corres sobre la callle. En los lugares que se enlaza a campo abierto entre el campo y las granjas pequeñas, puedes obtener una vista impresionante del puente colgante de Lisboa.

En el 60DC, Julio César utilizaría Lisboa como capital de la integración de la península ibérica en el Imperio Romano. Y fue desde aquí que en 1947 Vasco da Gama leva anclas en su viaje para buscar el pasaje a la India, descubriendo el cabo de nueva esperanza. Este descubrimiento de la ruta marítima al Oriente marcó el comienzo de la «edad dorada» de Portugal.

La ciudad conserva algunos retazos del siglo XVIII, a pesar de ser golpeada en 1755 por un terremoto tan grande, que sus ondas de choque se sintieron hasta Escocia y El Caribe. Fue un duro golpe que tuvo lugar la mañana de un domingo, las velas que ardían en los altares de la misa, contribuyeron al infierno que se desató rápidamente. Huyendo de las llamas los habitantes buscaron refugio en las costas, sólo para ser devorados por una enorme ola. Alrededor del 15 por ciento del total de la población pereció aquel día.

El rey de Portugal, José I, prefirió dar primacía a cortesanos placeres antes de la reconstrucción de la ciudad, o incluso simplemente no dirigió el país, dando vía libre al Marqués de Pombal, que no sólo tomó el control de la reconstrucción, sino jugó un rol protagónico reorganizando todo el país también. El resultado: el centro de la ciudad reconstruido, bajo un diseño neo-clásico en menos de una década. Construida sobre una rejilla, se erigen cuadrados espaciosos en cada extremo, mientras que los nombres de las calles que corren entre ellas reflejan el legado artesanal, tales como plateros y zapateros, que originalmente florecieron allí.

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Es una de las ciudades más agradables para pasear, porque, así como las plazas, la extensa avenida central y muchas de las calles son peatonales lo que significa que se llenan con la gente y cafés de la calle en lugar de tráfico. Sin embargo, puede ser un poco duro para los pies, pues se usó mosaico: cada pequeño cuadrado de piedra pulida no del todo plana hace sentir su presencia a través de la suela de su zapato.

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