Sicilia (I) – Introducción

Sicilia es la mayor isla del Mediterráneo, con 25.460 m² y está rodeada de otras islas menores como las Eolias y Ustica, al norte; las Égades, al oeste y las Pelagias y Pantelleria, al sur. Su línea costera, rocosa en su parte septentrional y arenosa en la meridional, suma aproximadamente 1.000 km. El paisaje siciliano se caracteriza por ser fundamentalmente montañoso, con una única extensión de llanura alrededor de la ciudad de Catania. El macizo más importante es el del Etna, incluido enteramente en un Parque Natural en la zona oriental de la isla. Este volcán, de 3.300 m está activo y es el más grande de Europa. Otras cadenas montañosas, como los montes Peloritanos, los Nebrodi y las Madonie, alcanzan también los 2.000 m. El clima mediterráneo, con veranos calurosos e inviernos suaves y breves, se hace patente en las más de 2.500 horas de sol medias anuales, precipitaciones escasas y temperatura cálida de sus aguas, sobre todo en verano. Junto con las islas adyacentes, constituye una Región Autónoma de la República Italiana, con capital en Palermo y cuenta con 5 millones de habitantes.

Historia
De la prehistoria siciliana, desde el 35.000 al 5.000 a.C.) dan testimonio las pinturas rupestres de Monte Pellegrino y Levanzo, indicando la existencia de poblaciones dedicadas a la caza y la recolección. Hace unos 4.000 años, poblaciones indoeuropeas llegan a la isla, mezclándose con los indígenas en la Edad el Bronce, según nos muestran los yacimientos de Castelluccio, Naro, Filicudi, Siracusa y Pantalica. 500 años más tarde encontramos trazas de la civilización egeo-cretense y aún más adelante, en plena Edad del Hierro, encontramos en Barcellona, Pozzo di Gotto, Monte Finocchiotto y Sant’Angelo Muxaro, indicios de la generalización del uso del caballo, metales, agricultura y cultos funerarios.

Los fenicios, llegados entre los siglos XI y X a.C., fundan las ciudades de Solunto, Mozia y Palermo, seguidos por los griegos que, tras la fundación de Naxos, comienzan un verdadero florecimiento de colonias: Siracusa, Catania, Gela, Selinunte y Agrigento. Los poderosos reyes y tiranos que gobernaron Sicilia en estos siglos fueron de los más importantes de su época y mantuvieron a raya a los cartagineses que pretendieron su conquista. Los romanos, en 264 a.C. acudieron en ayuda de los soberanos sicilianos precisamente en el origen de las Guerras Púnicas, a lo que siguió la proclamación de Sicilia como provincia romana, de lo que dan fe los monumentos de Termini Imerese, Tindari,
Taormina, Catania, Piazza Armerina, etc., en una larga era de relativa paz hasta la llegada de los Vándalos en el año 440, que arrasarían la isla, cediéndola más tarde a los Visigodos.

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A la conquista Bizantina, en 535, siguieron tres siglos de dominio, que vemos en Randazzo, Castelbuono o Pantalica hasta la llegada de los árabes, protagonistas de un intenso dominio que podemos notar en la capital, Palermo, o en Favara, Cefalà Diana, Caccamo. En 1060, los Normandos comenzaron la reconquista y una época de prosperidad y paz que duraría casi dos siglos. Siguieron a ésta años de luchas por la sucesión entre Suevos y la casa de Anjou, finalmente resuelta con el paso de la isla al Reino de Aragón y más tarde al de Castilla, dando paso a una dominación española que duró 300 años.

En 1713 Sicilia pasa a los Saboya y más tarde, tras el intento de reconquista español, a los austríacos. En 1735 vuelve a la órbita española con la conquista borbónica, que se mantuvo durante 125 años más, acabando sólo, y ya definitivamente, con las expediciones de Garibaldi que lograrón la unificación de Italia en 1860.

Fotos: Turismo de Sicilia
Para más información: Web de turismo de Sicilia

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