El claustro de San Miguel de Cuxa, cerca de Prades, Francia.
Una parte agradable y olvidada del sur de Francia llamada Le-Rosellón que, en lengua d’oc, significa el rojo de la tierra brilla con castillos en ruinas y claustros románicos metidos en viñedos y huertos. Los pueblos de montaña están muy lejos de estar llenas de gente como las playas de abajo. Los visitantes de verano alquilan Casas Rurales, apartamentos baratos, casas de campo pequeñas o casas que han sido restauradas como una forma de llevar dinero en el verano a la región. El verano pasado llevé algunos viejos amigos a una Casa Rural en el pequeño pueblo de Le Vivier (población de no más de 50 en el invierno), con sus ruinas del castillo situado en lo alto de las colinas de la Fenouillèdes en los Pirineos orientales.
Nuestro apartamento, construido encima de un viejo establo de ovejas, estaba al borde de la aldea en una calle que conducía a las montañas. Desde el jardín, podíamos mirar a través de un arroyo de montaña, o las torres irregulares, rotas del abandonado Le Vivier de residencia del siglo XIV. Una red de calles estrechas viento arriba y abajo de las colinas cubiertas de viñedos, conecta de un pueblo a otro. Cada pueblo tiene su propio carácter distintivo.
La iglesia y el claustro de San Miguel se encuentran a una milla al sur de Prades en el camino que lleva hasta la gran montaña que se cierne sobre la ciudad de Le Canigou. Construida de un mármol rosa inusual, de una cantera local única, fue un centro religioso próspero e importante hasta la Revolución Francesa, cuando todos los monasterios fueron cerrados y vaciados de sus tesoros. Los restos de San Miguel, incluyendo las capitales de tallado de su magnífico claustro de mármol rosa, se dispersaron por la región. Luego, en 1907, un escultor estadounidense, George Grey Barnard, vio una serie de piezas de mármol que se extendían alrededor de Prades en jardines privados. Él le dijo al New York Rockefeller, quien en 1925 compró la mayor cantidad de ellas que pudieron transportar, para formar las joyas de la corona de un nuevo museo, el claustro, que el Museo Metropolitano estaba poniendo en la punta de Manhattan.
El alcalde de Prades descubrió las ventas y los detuvo. Los Rockefeller, sin embargo, no se intimidaron. Para terminar el trabajo extrajeron una carga de mármol rosa de la misma cantera, se la llevaron a Nueva York, y la tallaron para completar el cuadrado perfecto que una vez fue el claustro. Ahora, San Miguel de Cuxa está en dos lugares: en su hogar natural de los Pirineos y alto de una colina que domina el ancho río Hudson.
